Como bien sabe todo comprador experto, entre un producto en liquidación y una verdadera ganga hay un mundo de diferencia. Que un producto tenga un descuento sobre su precio de lista no quiere decir que valga la pena comprarlo: puede pasar que el precio de vidriera fuese originalmente demasiado alto, que la rebaja sea demasiado pequeña, o simplemente que el producto sea de mala calidad. Son todas consideraciones que tendrán presentes los consumidores que abarroten las tiendas este 25 de noviembre por el “Black Friday”, la descomunal liquidación posterior al Día de Acción de Gracias que se celebra en Estados Unidos.
Pero en la mente de los inversores, esas consideraciones están siempre presentes. “Sean medias o acciones de la Bolsa, me gusta comprar cuando los precios están rebajados”, bromeó una vez el celebrado inversionista Warren Buffet. Este año, la mayoría de las acciones cayeron de precio —el Índice S&P de acciones norteamericanos cedió más de un 20% de su valor—, pero el derrumbe más estrepitoso se dio en las acciones de las empresas tecnológicas. El índice Nasdaq, cargado de acciones de tecnología, cayó casi un 30%, después de que las pobres ganancias del tercer trimestre del año desencadenaran una nueva ola vendedora. Amazon, Netflix y Meta perdieron este año un valor de mercado del 48%, 58% y 70%, respectivamente. Esos “descuentos” implican que las acciones de tecnología ciertamente están en liquidación, ¿pero son por eso una verdadera ganga?
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El arte de evaluar si los precios actuales de una empresa son una verdadera ganga es practicado por los así llamados “inversores en valor”, que se ganaron ese nombre porque buscan acciones que otros inversores desprecian, y con sólidos argumentos. Durante gran parte de la última década, las acciones tecnológicas fueron una opción muy poco atractiva para ese tipo de agarrados inversores. En parte, eso se debe a la forma en que los inversores evalúan las empresas, y otro tanto, a las características propias de las empresas tecnológicas. El primero de los “inversores en valor” fue el autor y académico Benjamin Graham, cuyas huellas sigue Warren Buffet. Y Graham confiaba sobre todo en dos mediciones: la relación entre el valor de las acciones y las ganancias, que compara la valuación de mercado con los dividendos de la empresa; y la relación entre el precio de las acciones y su valor nominal, que compara el precio de los papeles de una empresa con el valor de sus activos, como propiedades, instalaciones, equipos e inventario.
Durante gran parte del último decenio, las acciones tecnológicas resultadas desmesuradamente caras en relación con esos dos cálculos. A principios de año, el valor promedio de las acciones de Alphabet, Amazon, Apple, Meta y Netflix estaba 38 veces por encima de las ganancias y 12 veces por encima del valor nominal. Y en el amplio índice de acciones Russell 1000, el promedio era de 24 veces por sobre las ganancias y 4 veces el valor nominal. Ninguna de esas empresas sería considerada una ganga, según los parámetros de Graham, que elegía las acciones valuadas 15 veces por debajo de sus ganancias y 1,5 veces por debajo de su valor nominal. Pero las cifras de las acciones tecnológicas resultaron ser particularmente poco atractivas.
El índice Nasdaq, cargado de acciones de tecnología, cayó casi un 30%
En parte, esas valuaciones astronómicas reflejan las características propias de las empresas tecnológicas. Desde Alphabet hasta Zoom, las tecnológicas suelen tener relativamente pocos activos físicos, que se incluyen en el cálculo del valor nominal, y muchos activos intangibles, como el software y el capital humano, que por lo general no está incluido en ese cálculo. Además, las tecnológicas suelen ser de rápido crecimiento, así que al medir su precio en relación con sus ganancias actuales se corre el riesgo de subestimar las ganancias futuras. Por eso las acciones tecnológicas suelen atraer más a los “inversores en crecimiento”, que tienden a comprar acciones de empresas cuyas ganancias están aumentando velozmente, que a los “inversores en valor”.
Esto significa que los inversores en valor se perdieron los años de veloz crecimiento, pero también esquivaron el derrumbe reciente. ¿Ahora las acciones tecnológicas están los suficientemente bajas como para hacerlos reconsiderar? Según los cálculos de Graham, algunos papeles, incluidos los de Amazon y Netflix, siguen siendo caros. Los de empresas más pequeñas, como PayPal y Zoom, pueden concitar más interés. Lo mismo podría pasar con Alphabet y Meta, dos de los mayores gigantes tecnológicos. Alphabet, con una relación precio-beneficio de 17, parece más barata que la mayoría de las acciones de valor. Y Meta, que actualmente cotiza a solo 9 veces sus ganancias y 2 veces de su valor nominal, hasta podría haber despertado el interés de Graham. Los inversores saben desde hace tiempo que pagaron muy caras sus acciones en tecnología, pero esperaban que esa valuación se justificara a largo plazo. El hecho de que muchas acciones tecnológicas ahora califiquen como acciones de valor será un golpe considerable.
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Quizás la idea de que las inversiones en valor son intrínsecamente incompatibles con las acciones tecnológicas era demasiado simplista. Actualmente, la inversión en valor es practicada por todo tipo de inversores, incluidos varios inversores cuantitativos como Cliff Asness, de AQR Capital Management, que analizan grandes cantidades de datos para comparar varios tipos de mediciones del valor de las empresas. En vez de comparar los resultados con criterios arbitrarios entre todo tipo de empresas, esos inversores tienden a comparar a las empresas por su posición dentro del mismo sector de la industria. Pero más allá de la sofisticación o simpleza de cualquier análisis, una cosa sigue siendo cierta: hoy las acciones tecnológicas están a un precio mucho más conveniente que a principios de este año.
(Traducción de Jaime Arrambide)