Las comparaciones, además de odiosas, son inconvenientes, desconsideradas, incluso irrespetuosas. Pero en algunos casos, también inevitables. Hace apenas 48 horas, el mismo día en que se ponía en marcha el Mundial Qatar 2022, Youssoufa Moukoko cumplía 18 años. Cuatro jornadas antes había pisado por primera vez una cancha vestido con la mítica camiseta de la selección alemana, cuatro veces campeona del mundo. Fue frente a Omán, en el último amistoso antes del viaje rumbo a Doha. Jugó los 45 minutos iniciales y no descolló, pero la última pelota que tocó, tras un centro que llegó desde la izquierda, terminó en un remate al que el poste derecho impidió transformarse en un récord más en la profusa colección de Moukoko.
La lista es larguísima. Jugando por Borussia Dortmund batió varias veces la marca de máximo goleador de las divisiones juveniles germanas. Hizo 40 tantos en 28 partidos en la sub 17, con la salvedad de que por entonces tenía 12 años de edad. Una temporada después, en la 2018/’19, ya con más experiencia mejoró sus registros: 50 goles en 28 encuentros, nada menos que 39 por encima del segundo en la tabla de goleadores.
Moukoko, en el centro de las bromas de sus compañeros durante un entrenamiento de la selección alemana en Qatar; el muchacho de 18 años es el jugador más joven del Mundial. (Matthias Schrader/)
Su ascenso a la sub 19 no cambió nada, aunque Youssoufa seguía dando ventaja, de cuatro años. En su primer partido marcó seis veces, y en octubre se convirtió en el jugador más joven en señalar un tanto en la Liga Juvenil de UEFA. El hábito de ser “el más joven” en alcanzar una meta continuaría de manera ininterrumpida hasta hoy: en debutar en la Bundesliga, con 16 años y un día (no lo hizo antes porque la reglamentación del campeonato no permite menores de esa edad); en anotar un gol (a Union Berlin, tres días después); en pisar una cancha en la Liga de Campeones, dos semanas más tarde; en alcanzar la cifra de 10 tantos en la competición alemana; en firmar un contrato, con Nike, por 10.000.000 de euros (en ese momento tenía 14 años). Y si el poste de Omán no se hubiera interpuesto, ya tendría uno más, en este caso, en la selección. La enumeración abruma.
Está mal comparar pero es realmente difícil encontrar un caso de precocidad semejante. Tanto es así que mientras las cifras de Moukoko se engrosaban cada semana, la Federación Alemana comenzó a sospechar sobre la certeza de su edad: sus condiciones atléticas y futbolísticas no se condecían con la fecha impresa en su documento. Mirado con ojos europeos, el hecho de haber nacido en Yaundé, Camerún, y los antecedentes sobre falsificación de edades en selecciones africanas juveniles generaban una inquietud, que su padre, Joseph, se ocupó de despejar. “Apenas nació lo registré en el consulado alemán de Yaundé. Tiene un certificado de nacimiento alemán”, aclaró este inmigrante que ya llevaba mucho tiempo viviendo en Hamburgo, desde donde mantenía económicamente a su familia.
Youssoufa hizo un gol para Borussia Dortmund en el 2-2 con Bayern del mes pasado, por la Bundesliga.
La explicación era que el caso de Moukoko no se trata del típico de un niño surgido de los tan frecuentes pozos de pobreza de África. Los euros enviados por papá Joseph permitieron que él y sus hermanos tuvieran una educación y una alimentación de clase media. La genética puso el resto.
Las habilidades del nuevo prodigio comenzaron a destacarse ya en las calles de la capital camerunesa y así surgió la posibilidad de reunir al pequeño con su padre, que, apenas su hijo llegó a la ciudad del norte de Alemania, llevó a Yossoufa a Sankt Pauli, humilde club del puerto que milita en la segunda categoría. Jona Louca, el entrenador del equipo sub 13, se encargó de hacerle la prueba. “Vino en zapatillas pero sin botines. Hubo que improvisar y prestarle unos”, recuerda, y agrega: “A los cinco minutos ya sabíamos que íbamos a quedarnos con él”.
La mudanza a Dortmund ocurrió en 2016 y tuvo un impacto inmediato. “Es estupendo ver con qué facilidad y qué alegría se pasea por el campo y marca goles”, señalaba Lars Ricken, coordinador de la cantera, al poco tiempo de que Moukoko se uniera al club. “Jamás en mi vida vi alguien tan bueno a los 15 años”, se asombró Erling Haaland al coincidir en el club pocos años después. “Barcelona debería plantearse atar su futuro al de este chico”, aconsejó Samuel Eto’o, compatriota de la nueva joya.
¿Qué tiene Youssoufa Moukoko para causar tanto revuelo? Todo. No es muy alto (1,79 metros) pero sí es potente, ágil, veloz, hábil. Se mueve naturalmente como 9, pero puede tirarse atrás y jugar tranquilamente como segundo delantero. Su repentización en el área es asombrosa, y su puntería, deslumbrante.
Siempre es bueno resistirse a las comparaciones. No existen dos personas iguales y las circunstancias cambian de un caso al otro, pero hace 64 años el fútbol conoció un episodio parecido, con un chico de piel oscura como protagonista. Youssoufa Moukoko será, por supuesto, el futbolista más joven en Qatar y es lógico que no comience como titular indiscutido, pero sin Timo Werner, lesionado, Alemania carece de un goleador serial y no sería de extrañar que Hans Flick, el director técnico, recurriera al chico. Incluso desde el propio estreno, que será este miércoles, frente a Japón, a las 10 de la Argentina. Hubo un adolescente que también comenzó un mundial como suplente y era apenas unos meses más joven que Moukoko ahora. Pero diestro, en lugar de zurdo. Acabó siendo la gran figura de ese torneo. Nadie lo olvida. Se llama “Pelé”.